12 de octubre de 2011

2º Capítulo

Al llegar, las luces estaban encendidas, lo que me hizo pensar que todavía había gente dentro. No entienden que lo que necesito en este momento es estar sola. Pero no. Insisten en que tienen que estar apoyándome y consolándome. Aunque hay personas que creen que estoy vacía, que mi corazón es de piedra porque no me han visto llorar. Simplemente no me gusta mostrar mis sentimientos en público.
Entré cabizbaja, intentando evitar cruzar la mirada con cualquier persona que estuviese en ese momento en casa. Iba derecha a las escaleras que conducían a mi cuarto, pero escuché voces que parecían estar bajando. Me dí cuenta de que era complicado estar allí sin que nadie te molestase. Pensé que lo mejor sería irme al establo, donde simpre me esperaba alguien. El establo era muy sencillo, de madera rojiza y tejado de chapa. Tenía dos plantas, aunque apenas alcanzaba los diez metros de altura. En la parte inferior, un par de ovejas de donde sacábamos la leche y la lana para la ropa, varias gallinas y un viejo jamelgo. En la planta de arriva, una pequeña pero acogedora buhardilla donde guardábamos el pienso de los animales, la paja y algunas otras cosas ya antiguas.
Cuando era más pequeña y mis padres discutían, siempre me escondía entre la paja y me refugiaba en mis cuentos. Creo que todavía sigue allí mi viejo baúl en el que guardaba mis cosas: libros de aventuras, figuritas de madera talladas a mano por mi abuelo y una muñeca que me regaló… no recuerdo quien, pero sé que era un hombre muy amigo de la familia; como se llamaba… bah, no importa. Pero al separarses dejé de subir, supongo que porque me traía malos recuerdos de aquellas múltiples peleas.
Abrí la puerta con cuidado y encendí la luz. Todos los animales dormían excepto mi gran y fiel amigo: Hidalgo, que aún me esperaba. Cuando me lo regaló mi abuelo era solo un potrillo rebelde y enérgico que cada vez que podía se escapaba a los prados a comer hierba fresca, pero siempre volvía. Nunca he tenido que ir a buscarle, ni antes ni ahora, que igual que hace unos años sigue disfrutando con el pasto de Hidden Meadows.
Cogí su cepillo y entré en su cuadra.
-¿Qué tal chico? – le dije mientras le pasaba el cepillo por el lomo – espero que hallas tenido un día mejor que el mío.
Terminé de cepillarle y me tumbé junto a él. Al cabo de pocos minutos me quedé dormida.

2 comentarios:

  1. Isabella, me gustó también este segundo capitulo, y espero saber pronto cual es la historia de la chica que relata. Un beso.

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  2. Pobre chica. ¿Quién será ese misterioso hombre?

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